Pierdo la noción de los días, las paredes, las voces. Sueño varias veces o ninguna.
Duermo cuando estoy despierta y despierto cuando me quedo dormida. Si acaso duermo, si acaso despierto. Dónde empieza y dónde acaba, si el techo se hace añicos y las horas me aprietan. Como una melancolía afilada, incisiva, impaciente. Silencios que ensordecen, pero ya no importa. Ya ni me molesto en descifrar las sombras. Deambulan las ideas, cansadas, quizás cabizbajas. Han pasado siglos desde ayer. Pero de algún modo persisten en su empeño. No me dejan despertar. Tampoco me dejan soñar.
sábado, 8 de noviembre de 2014
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